Todos estaban presentes: familiares, amigos, conocidos... La verdad es que Freddick había dejado a todo el mundo incrédulo. ¿Paro cardíaco? pero si el pobre Freddick tenía una vida de lo más saludable. Al lado del ataúd se hallaba su esposa llorando desconsoladamente sin asumir la situación. Nervios, descontrol, gritos, y una mezcla de sentimientos e impotencia la invadían, y nadie era capaz de controlarla. Morfina. Y volvía a ser una persona tristemente apacible. A lo lejos, apartada de la muchedumbre, había una silueta inmóvil y siniestra. Nadie la conocía, tampoco se habían molestado en intentarlo. Inmóvil. Su rostro se escondía tras unas oscuras gafas de sol (a pesar del día gris que hacía) y su pelo se recogía bajo una gran pamela negra. Sus escarlatos labios absorbían el humo del cigarro mientras observaba con descaro el acontecimiento. Nadie había notado su presencia, menos la mujer de Freddick, que se sumía bajo los efectos de la morfina, y comenzaba a verlo todo borroso. Pero, antes de cerrar del todo los párpados, pudo apreciar cómo la mujer incógnito tiraba el cigarrillo, lo pisaba, y se alejaba lentamente con aire sensual.

3 comentarios:

  1. me quedo con la imagen de sensualidad de esa desconocida que se aleja, tan fría como la parca (o así la veo yo)
    (y me quedo también aquí)

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  2. Me he enamorado del blog y del texto tan increíble que acabo de leer. Sigue así, te sigo desde este momento, me encanta. Un besazo,

    www.smileandwomanocry.blogspot.com ♥
    ¡Pasa si quieres!

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